Son las 7.30 de la mañana del jueves 19 de marzo. Una música estridente me despierta. Cuando consigo entender lo que está pasando, le pido a Alexa – educadamente al principio, a gritos la tercera vez – que detenga la alarma y encienda la radio. Poco a poco vuelvo a la realidad. Entre cifras de nuevos infectados y noticias de instalación de hospitales de campaña, el locutor me recuerda que hoy es el día del padre. Envío mensajes de felicitación al mío – mayor y confinado con mi madre en Asturias – y a mi marido, hospitalizado con neumonía aparentemente leve por Covid desde el martes. No sé cuál de los dos me preocupa más en ese momento. Agotada, y aún en la cama, me pongo el termómetro: tengo un poco de fiebre y un poco de tos, pero no estoy tan mal. Claramente, mi caso – si es que se puede llamar así – es uno de los “suaves”. Decido levantarme. La parte de mi que nunca se ha podido tomar la vida en serio recuerda a Woody Allen: Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo misma no me encuentro muy bien.
El Comité de Dirección ha decidido promover reuniones diarias de sus integrantes con cada equipo, y la nuestra es a las 8.45. Para entonces ya me he obligado a ducharme, vestirme, e incluso maquillarme; una rutina que sin duda me ayuda a permanecer cuerda y al pie del cañón. En este tiempo incierto, mantener una agenda estructurada y sentir el contacto diario con los compañeros es un apoyo fundamental. Traslado esta iniciativa a todo el equipo de audiolibros, y cada día nos reunimos por videollamada a las 10 de la mañana. Es bueno vernos las caras, hablar, hacer bromas y saber que estamos todos bien: saldremos de esta.
Lo primero que nos planteamos es si podremos seguir adelante con la producción. Desde que se dictó el confinamiento la semana anterior, tanto nuestras cabinas en las oficinas de Luchana como la mayoría de los estudios con los que trabajamos (todos los de España y muchos de los de Latinoamérica) han cerrado sus puertas. Enseguida surge la opción de trabajar con locutores que tengan equipos propios instalados en sus casas, con supervisión técnica y dirección remota. Con el apoyo de nuestro departamento técnico, entre los productores del Grupo se organiza rápidamente una base de datos de narradores con “home studios” en cada país. “En tiempos de contagio”, un nuevo libro de Paolo Giordano sobre la pandemia, es grabado de esta forma por uno de nuestros colaboradores habituales en sólo dos días, y se convierte en nuestro primer audiolibro del confinamiento.
Tras este audiolibro ponemos en marcha otros, y la producción sigue adelante a buen ritmo. Corre la voz; muchos de nuestros narradores y directores habituales quieren trabajar también desde casa. Con el apoyo de los estudios les ayudamos a poner en marcha un sistema que les permita hacerlo. Gracias al entusiasmo de todos pronto tenemos en nuestra base de datos más de 100 narradores que pueden seguir trabajando con nuestros criterios habituales de calidad técnica y artística. Intentamos que tanto los narradores como los directores y estudios que lo deseen puedan seguir en activo de forma remota. Queremos poner nuestro granito de arena para conservar la incipiente industria del audiolibro en español que hemos ayudado a construir. Todos esos profesionales y pequeñas empresas que han colaborado con Penguin Audio desde sus inicios, los estudios que han adoptado nuestros estándares técnicos, los directores que se han formado con nosotros y los narradores cuyas voces ya forman parte de nuestro catálogo, podrán seguir trabajando durante esta crisis.
Casi dos meses y muchos libros después comenzamos a pensar en la vuelta a la oficina. El teletrabajo ha funcionado bien, pero tenemos ganas de vernos – los abrazos tendrán que esperar – y de reabrir los estudios de Luchana. Hemos aprendido muchas cosas: que podemos trabajar en remoto y ser tan eficientes en calidad y en costes como antes. Que a nuestros narradores les encanta participar en las campañas de marketing. Que podemos mantener reuniones productivas incluyendo a niños y mascotas. Que Joana dibuja increíblemente bien, Alba puede terminar una novela en una semana y a Christian le gusta la música barroca. Y sobre todo, que una gran red de cariño y solidaridad nos une a todos, y nos hace más fuertes.